Gente Tóxica

15 juegos que amargan la vida

Antes de descubrir las 15 conductas más comunes que suponen un juego tóxico para nosotrxs y quienes nos rodean quiero que partamos de una misma base:

En el post «Trastorno Mental vs Trastorno de la Personalidad» hago referencia a 5 conductas reconocidas por la psiquiatría y que requieren de un proceso médico: los trastornos de la personalidad. Esto no es de lo que hablaremos aquí. Si quieres saber más acerca del Narcisismo, Dependencia u obsesión (entre otros) dirígete a ese post.


La toxicidad es la cualidad de una cosa que consigue envenenar o causar trastornos negativos a nuestro cuerpo.

A nuestro alrededor hay personas que transmiten esa toxicidad a través de diferentes comportamientos que, en realidad, buscan un beneficio inmediato aunque a posteriori acaben resultando perjudiciales.

En todos los casos se esconden el miedo, la inseguridad o la necesidad de atención, así como un intento por evadir nuestra parte de responsabilidad en la vida

A continuación describimos los 15 juegos emocionales que utilizamos (sí, tú también utilizas uno o varios de estos 😉):

Cabreado

Se trata de personas que siempre tienen motivos para estar enfadadas. Casi todo traspasa sus límites y crean un clima de descontento e insatisfacción a su alrededor. Protestan por todo y acaban contagiándonos ese sentimiento de malestar e ira. El beneficio aparente que puede extraerse de esta conducta es la evasión de responsabilidad propia en aquello que sucede en su entorno así como una necesidad de ser atendido por los demás, de que se les preste atención. Está bien tener un espíritu crítico y entender que tenemos límites o que hay cosas que no nos gustan y deberían cambiar pero no todo debería cabrearnos.

Complaciente

Esta persona cede continuamente a lo que los demás desean y no saben decir NO. Quieren quedar bien con todo el mundo y sentir que no fallan o decepcionan a nadie. Para ganarse el cariño de los demás se convierten en lo que los demás necesitan, mutando y transformándose en base a «los otros». El resultado aparentemente positivo de esta conducta es la sensación de ser amado y aceptado por quienes nos rodean aunque la realidad de este comportamiento es una necesidad de amor, la incapacidad de asumir el rechazo y la búsqueda de aceptación. Sobra decir que este tipo de conductas indica claramente una falta de autoestima, valor y amor propio por parte de quien la ejerce, ya que creen que mostrándose como «en realidad son» significaría no gustar a nadie.

Controlador

Este juego implica vivir con ANSIEDAD. Tratan de evitar a toda costa la incertidumbre y necesitan tenerlo todo (y a todos) controlados para sentirse tranquilos. Por eso disponen de su tiempo, sus recursos, sus creencias ¡Y de las tuyas! Absorben, atrapan y condicionan su entorno, tratando de contemplar todas las variables posibles. El beneficio que se puede percibir es la seguridad, aunque la realidad que se esconde tras esta conducta es una desconfianza total en uno mismo y en ser capaz de afrontar lo que les depare la vida. El colmo de «no creer en mí» y la creencia inconsciente de no tener recursos en un futuro.

Dolido

Estas personas suelen sentirse atacadas por los demás, por lo que se dice y lo que se hace. Creen que todo se dirige directa o indirectamente hacia ellos e interpretan las palabras y hechos de los otros como un mensaje hostil hacia su persona. Utilizan el chantaje emocional (culpar o hacer sentir mal a otros por como se sienten ellos) y son expertos en «guardar facturas», es decir, rencorizan y te echan en cara actitudes, palabras y formas que sucedieron en el pasado en cuanto tienen la oportunidad. El beneficio aparente de este juego es identificar quien «les quiere de verdad» y quien no, aunque en el fondo ocultan una sensación de insuficiencia, de que algo está mal en ellos, así como una desconfianza en el resto de la gente.

Espectador

Se limitan a observar el mundo que les rodea sin involucrarse personalmente en nada. Su actitud es la de quien se queda tras la pantalla, juzgando y viendo lo que los demás hacen sin tomar acciones al respecto por mucho que no les guste, aunque critican y opinan sobre lo que hacen otros. Claramente el beneficio que se le saca a esta conducta es la de eludir la responsabilidad propia en aquello que sucede a su alrededor (positivo o negativo) evitando hacerse cargo. Arreglan el mundo desde su silla aportando soluciones que ellos nunca van a poner en práctica ya que no se comprenden como sujetos activos en su propia vida. En el fondo esconden un miedo a equivocarse y a comprometerse, inseguridad en sí mismos y apatía.

Evasivo

Aquí tenemos al escapista. Suelen tener una excusa para no acudir, no hacer, no participar… de forma ambigua y poco clara. Cancelan la cita 10 min antes y no terminan de decir lo que piensan. Se comprometen pero luego reculan, desaparecen. De esta forma consiguen deshacerse de vínculos o actividades que no le acaban de encajar aunque sin la empatía y asertividad que denotarían seguridad en uno mismo. En realidad temen decir lo que piensan y no ser aceptados por ello, creando una sensación de desconfianza en quienes les rodean. ¡No sé si puedo contar contigo!

Llevar la Razón

No te escuchan de verdad, solo les interesa convencerte de sus teorías. Ajustan sus argumentos para que parezca que ellos están en lo cierto a diferencia de tí. Puede parecer que esta actitud les otorga cierta consideración por parte de los demás pero la realidad es que NECESITAN ser reconocidos y valorados. No les vale con llevar la razón sino que precisan que tú te des cuenta. Reconocer que uno puede no llevar la razón implica una sana autoestima y seguridad en uno mismo por lo que si alguien se empeña siempre en ser «el listo de la clase» lo más probable es que necesite que lo aprecien por lo que es y no tanto por lo que sabe.

Pasota

Sin duda las cosas no van con él. A diferencia del Espectador, que opina y participa aunque sea desde la distancia, a éste le da lo mismo ocho que ochenta. Transmiten apatía y desmotivación. No se involucran ni participan ni les interesa. Nuevamente pueden obtener la falsa sensación de quienes no tienen cargas o responsabilidades, pero en realidad sienten que su aportación es inútil o poco importante. Su sentido del valor propio es bajo y su desinterés por todo demuestra que en realidad prefieren dejarse llevar por falta de confianza en sí mismos.

Perfecto

Esta persona no se cuestiona nada de lo que hace porque lo suyo siempre es lo correcto (al menos de puertas para afuera). Señala los errores de los demás pero nunca los suyos, porque cree que no los tiene. Es incapaz de reconocer sus equivocaciones ya que hacerlo significaría ser menos o mostrar vulnerabilidades. Este tipo de conducta «quema» mucho a las personas que le rodean ya que para mantener su idea de perfección utilizará las comparaciones habitualmente para sacar a la luz las imperfecciones de otros. ¿El beneficio? Creer que eres alguien merecedor de amor. ¿La realidad? Sentir que no estás a la altura, que no eres suficiente o que no te van a querer si no eres 100% perfecto. Este juego deshumaniza, porque el ser humano comete errores y se equivoca por naturaleza.

Prepotente

Yo yo yo yo y después yo. Esta persona se siente el centro del universo y su actitud te solicita constantemente que le tengas en cuenta. Si algo no le concierne, no le interesa. Lo más importante es ella misma y sus circunstancias por lo que su conversación favorita es en torno a su persona, lo que hace, lo que vive, lo que piensa y cómo es. Si le hablas de tí, te hablará de ella, si le pides un favor, verá si le aporta algo a ella… Detrás de esta actitud se esconde una persona con una necesidad imperiosa de ser tenida en cuenta y de ser valorada. Requiere hacerse visible constantemente porque en el fondo siente que nadie la ve.

Reactivo

Esperan a que otros propongan cosas para decir si están bien o mal. No accionan, reaccionan, y habitualmente llevan el NO por delante, poniendo «palos en las ruedas». Necesitan que las cosas se adapten a sí mismos y de entrada no aceptan. Tras este aparente espíritu critico se oculta una persona desconfiada e insegura de sí misma que, a diferencia del espectador, sí se involucra y hace cosas pero no sin antes hacerse notar. Si le preguntamos a esta persona «¿qué propones tú?», probablemente nos responda «no lo sé, pero nada de lo que se ha dicho hasta ahora».

Salvavidas

Esta persona se hace cargo de los problemas de todo el mundo… menos de los suyos. Ni siquiera te pregunta si necesitas ayuda, ella ya lo sabe y se adelanta a resolver tu vida. Tiene un detector de damnificados y deja para después sus propios problemas. Por un lado, lo que se cree que gana con esta conducta es el amor y agradecimiento del resto de la gente, sentirse imprescindible y valiosa. En el fondo, existe un miedo atroz a hacerse cargo de sus asuntos (mientras me ocupo de lo tuyo, no miro lo mío) y la creencia de que para que te quieran y te ayuden a ti, debes hacer méritos. Un juego que carga a quien lo aplica de la gran losa de hacerse responsable de lo que no le pertenece y que denota una desconfianza en la capacidad de los demás de asumir sus propias vidas. Ojo! que las personas salvavidas esperan a que los demás actúen igual con ellas, adivinando cuando necesitan ayuda y esperando que se les devuelva lo que dieron primero. Fatal error.

Silencioso

Mejor paso desapercibido… No estoy, que no me vean. Hacen pero no dicen, no opinan ni se hacen visibles. Son esas personas «de relleno» que no estamos seguros si estuvieron o no aquel día… Parecer que no existes aparentemente te exime de responsabilidad pero en el fondo lo que temes es que los demás te conozcan, te escuchen y sepan quien eres, por miedo a que puedan herirte, juzgarte o rechazarte. Cuando hablamos, expresamos quienes somos, lo que opinamos, lo que sentimos y lo que creemos, pero muchas veces no lo hacemos por falta de asertividad. Manifestarse a través de la palabra nos permite ordenar las ideas y desenredar algunos asuntos.

Verdugo

Aquí viene el justiciero! Culpa, señala y aniquila no dejando títere con cabeza. Divide el mundo en bueno/malo – bien/mal y lo que no encaja a su juicio debe desaparecer. Infunde miedo con sus palabras, dañando si es preciso (por tu bien). Aunque parece que esta actitud le convierte en alguien poderoso y seguro de sí mismo, lo que evita es que salgan a la luz sus propias vergüenzas, por miedo a ser juzgado y parecer vulnerable. El verdugo es hiriente e intransigente a pesar de que él es el primero que no se soporta a sí mismo.

Víctima

De los juegos más nocivos para quienes lo ponen en práctica. Esta persona se siente a merced de los elementos, todo le pasa a ella, pero no hace nada para cambiarlo. En su discurso nada está en su mano, nada depende de ella y parece que se acomoda en el lamento. Si le propones una solución que implique un cambio en su conducta o una acción a tomar, encontrará la manera de hacerlo inviable. El beneficio que se obtiene al adoptar esta conducta es el de eludir toda responsabilidad en la propia vida. En realidad, estamos frente a alguien que no cree en ella misma y que necesita recibir amor a través de la compasión que pueda despertar en otros. ¡Pobre de mí! La mejor pareja de baile tóxico para una víctima es una persona salvavidas: La primera siempre tendrá problemas para endosarle a la segunda y ésta siempre tendrá algo en lo que ocuparse que no sea ella misma.


Hay que puntualizar que una persona no va a valerse de estas conductas todo el rato en todas las áreas de su vida, sino que las utilizará o sacará a relucir en algunos ámbitos o con cierta recurrencia, según lo que necesite.

Se pueden combinar varios juegos en una misma persona, reforzando y retroalimentando los beneficios ilusorios que se obtienen. De esta forma, una conducta de perfeccionismo puede combinarse con el exceso de control o con querer llevar la razón. Así mismo, se puede ser complaciente y víctima al mismo tiempo o prepotente y verdugo.

Reconocer en los demás estas conductas es útil y nos permite comprender la carencia que se esconde tras un juego tóxico pero, es aún más importante reconocer estas actitudes en nosotros mismos. Darse cuenta que en ocasiones actuamos así y reconocer humildemente que podemos intoxicar a nuestro entorno, nos permite elegir si queremos seguir así o si ha llegado la hora de cambiar algo.

Tener una sana autoestima que te permita reconocer tus fallas, aceptar críticas, valorarte a ti mismo o empatizar con los demás, te asegura no necesitar el uso de estos juegos para sentirte mejor, más seguro, más libre o más amado.

¿Te has reconocido en alguna actitud? ¿Reconoces a alguien de tu entorno que juegue a estos juegos?