Gente Tóxica

15 juegos que amargan la vida

Antes de descubrir las 15 conductas más comunes que suponen un juego tóxico para nosotrxs y quienes nos rodean quiero que partamos de una misma base:

En el post «Trastorno Mental vs Trastorno de la Personalidad» hago referencia a 5 conductas reconocidas por la psiquiatría y que requieren de un proceso médico: los trastornos de la personalidad. Esto no es de lo que hablaremos aquí. Si quieres saber más acerca del Narcisismo, Dependencia u obsesión (entre otros) dirígete a ese post.


La toxicidad es la cualidad de una cosa que consigue envenenar o causar trastornos negativos a nuestro cuerpo.

A nuestro alrededor hay personas que transmiten esa toxicidad a través de diferentes comportamientos que, en realidad, buscan un beneficio inmediato aunque a posteriori acaben resultando perjudiciales.

En todos los casos se esconden el miedo, la inseguridad o la necesidad de atención, así como un intento por evadir nuestra parte de responsabilidad en la vida

A continuación describimos los 15 juegos emocionales que utilizamos (sí, tú también utilizas uno o varios de estos 😉):

Cabreado

Se trata de personas que siempre tienen motivos para estar enfadadas. Casi todo traspasa sus límites y crean un clima de descontento e insatisfacción a su alrededor. Protestan por todo y acaban contagiándonos ese sentimiento de malestar e ira. El beneficio aparente que puede extraerse de esta conducta es la evasión de responsabilidad propia en aquello que sucede en su entorno así como una necesidad de ser atendido por los demás, de que se les preste atención. Está bien tener un espíritu crítico y entender que tenemos límites o que hay cosas que no nos gustan y deberían cambiar pero no todo debería cabrearnos.

Complaciente

Esta persona cede continuamente a lo que los demás desean y no saben decir NO. Quieren quedar bien con todo el mundo y sentir que no fallan o decepcionan a nadie. Para ganarse el cariño de los demás se convierten en lo que los demás necesitan, mutando y transformándose en base a «los otros». El resultado aparentemente positivo de esta conducta es la sensación de ser amado y aceptado por quienes nos rodean aunque la realidad de este comportamiento es una necesidad de amor, la incapacidad de asumir el rechazo y la búsqueda de aceptación. Sobra decir que este tipo de conductas indica claramente una falta de autoestima, valor y amor propio por parte de quien la ejerce, ya que creen que mostrándose como «en realidad son» significaría no gustar a nadie.

Controlador

Este juego implica vivir con ANSIEDAD. Tratan de evitar a toda costa la incertidumbre y necesitan tenerlo todo (y a todos) controlados para sentirse tranquilos. Por eso disponen de su tiempo, sus recursos, sus creencias ¡Y de las tuyas! Absorben, atrapan y condicionan su entorno, tratando de contemplar todas las variables posibles. El beneficio que se puede percibir es la seguridad, aunque la realidad que se esconde tras esta conducta es una desconfianza total en uno mismo y en ser capaz de afrontar lo que les depare la vida. El colmo de «no creer en mí» y la creencia inconsciente de no tener recursos en un futuro.

Dolido

Estas personas suelen sentirse atacadas por los demás, por lo que se dice y lo que se hace. Creen que todo se dirige directa o indirectamente hacia ellos e interpretan las palabras y hechos de los otros como un mensaje hostil hacia su persona. Utilizan el chantaje emocional (culpar o hacer sentir mal a otros por como se sienten ellos) y son expertos en «guardar facturas», es decir, rencorizan y te echan en cara actitudes, palabras y formas que sucedieron en el pasado en cuanto tienen la oportunidad. El beneficio aparente de este juego es identificar quien «les quiere de verdad» y quien no, aunque en el fondo ocultan una sensación de insuficiencia, de que algo está mal en ellos, así como una desconfianza en el resto de la gente.

Espectador

Se limitan a observar el mundo que les rodea sin involucrarse personalmente en nada. Su actitud es la de quien se queda tras la pantalla, juzgando y viendo lo que los demás hacen sin tomar acciones al respecto por mucho que no les guste, aunque critican y opinan sobre lo que hacen otros. Claramente el beneficio que se le saca a esta conducta es la de eludir la responsabilidad propia en aquello que sucede a su alrededor (positivo o negativo) evitando hacerse cargo. Arreglan el mundo desde su silla aportando soluciones que ellos nunca van a poner en práctica ya que no se comprenden como sujetos activos en su propia vida. En el fondo esconden un miedo a equivocarse y a comprometerse, inseguridad en sí mismos y apatía.

Evasivo

Aquí tenemos al escapista. Suelen tener una excusa para no acudir, no hacer, no participar… de forma ambigua y poco clara. Cancelan la cita 10 min antes y no terminan de decir lo que piensan. Se comprometen pero luego reculan, desaparecen. De esta forma consiguen deshacerse de vínculos o actividades que no le acaban de encajar aunque sin la empatía y asertividad que denotarían seguridad en uno mismo. En realidad temen decir lo que piensan y no ser aceptados por ello, creando una sensación de desconfianza en quienes les rodean. ¡No sé si puedo contar contigo!

Llevar la Razón

No te escuchan de verdad, solo les interesa convencerte de sus teorías. Ajustan sus argumentos para que parezca que ellos están en lo cierto a diferencia de tí. Puede parecer que esta actitud les otorga cierta consideración por parte de los demás pero la realidad es que NECESITAN ser reconocidos y valorados. No les vale con llevar la razón sino que precisan que tú te des cuenta. Reconocer que uno puede no llevar la razón implica una sana autoestima y seguridad en uno mismo por lo que si alguien se empeña siempre en ser «el listo de la clase» lo más probable es que necesite que lo aprecien por lo que es y no tanto por lo que sabe.

Pasota

Sin duda las cosas no van con él. A diferencia del Espectador, que opina y participa aunque sea desde la distancia, a éste le da lo mismo ocho que ochenta. Transmiten apatía y desmotivación. No se involucran ni participan ni les interesa. Nuevamente pueden obtener la falsa sensación de quienes no tienen cargas o responsabilidades, pero en realidad sienten que su aportación es inútil o poco importante. Su sentido del valor propio es bajo y su desinterés por todo demuestra que en realidad prefieren dejarse llevar por falta de confianza en sí mismos.

Perfecto

Esta persona no se cuestiona nada de lo que hace porque lo suyo siempre es lo correcto (al menos de puertas para afuera). Señala los errores de los demás pero nunca los suyos, porque cree que no los tiene. Es incapaz de reconocer sus equivocaciones ya que hacerlo significaría ser menos o mostrar vulnerabilidades. Este tipo de conducta «quema» mucho a las personas que le rodean ya que para mantener su idea de perfección utilizará las comparaciones habitualmente para sacar a la luz las imperfecciones de otros. ¿El beneficio? Creer que eres alguien merecedor de amor. ¿La realidad? Sentir que no estás a la altura, que no eres suficiente o que no te van a querer si no eres 100% perfecto. Este juego deshumaniza, porque el ser humano comete errores y se equivoca por naturaleza.

Prepotente

Yo yo yo yo y después yo. Esta persona se siente el centro del universo y su actitud te solicita constantemente que le tengas en cuenta. Si algo no le concierne, no le interesa. Lo más importante es ella misma y sus circunstancias por lo que su conversación favorita es en torno a su persona, lo que hace, lo que vive, lo que piensa y cómo es. Si le hablas de tí, te hablará de ella, si le pides un favor, verá si le aporta algo a ella… Detrás de esta actitud se esconde una persona con una necesidad imperiosa de ser tenida en cuenta y de ser valorada. Requiere hacerse visible constantemente porque en el fondo siente que nadie la ve.

Reactivo

Esperan a que otros propongan cosas para decir si están bien o mal. No accionan, reaccionan, y habitualmente llevan el NO por delante, poniendo «palos en las ruedas». Necesitan que las cosas se adapten a sí mismos y de entrada no aceptan. Tras este aparente espíritu critico se oculta una persona desconfiada e insegura de sí misma que, a diferencia del espectador, sí se involucra y hace cosas pero no sin antes hacerse notar. Si le preguntamos a esta persona «¿qué propones tú?», probablemente nos responda «no lo sé, pero nada de lo que se ha dicho hasta ahora».

Salvavidas

Esta persona se hace cargo de los problemas de todo el mundo… menos de los suyos. Ni siquiera te pregunta si necesitas ayuda, ella ya lo sabe y se adelanta a resolver tu vida. Tiene un detector de damnificados y deja para después sus propios problemas. Por un lado, lo que se cree que gana con esta conducta es el amor y agradecimiento del resto de la gente, sentirse imprescindible y valiosa. En el fondo, existe un miedo atroz a hacerse cargo de sus asuntos (mientras me ocupo de lo tuyo, no miro lo mío) y la creencia de que para que te quieran y te ayuden a ti, debes hacer méritos. Un juego que carga a quien lo aplica de la gran losa de hacerse responsable de lo que no le pertenece y que denota una desconfianza en la capacidad de los demás de asumir sus propias vidas. Ojo! que las personas salvavidas esperan a que los demás actúen igual con ellas, adivinando cuando necesitan ayuda y esperando que se les devuelva lo que dieron primero. Fatal error.

Silencioso

Mejor paso desapercibido… No estoy, que no me vean. Hacen pero no dicen, no opinan ni se hacen visibles. Son esas personas «de relleno» que no estamos seguros si estuvieron o no aquel día… Parecer que no existes aparentemente te exime de responsabilidad pero en el fondo lo que temes es que los demás te conozcan, te escuchen y sepan quien eres, por miedo a que puedan herirte, juzgarte o rechazarte. Cuando hablamos, expresamos quienes somos, lo que opinamos, lo que sentimos y lo que creemos, pero muchas veces no lo hacemos por falta de asertividad. Manifestarse a través de la palabra nos permite ordenar las ideas y desenredar algunos asuntos.

Verdugo

Aquí viene el justiciero! Culpa, señala y aniquila no dejando títere con cabeza. Divide el mundo en bueno/malo – bien/mal y lo que no encaja a su juicio debe desaparecer. Infunde miedo con sus palabras, dañando si es preciso (por tu bien). Aunque parece que esta actitud le convierte en alguien poderoso y seguro de sí mismo, lo que evita es que salgan a la luz sus propias vergüenzas, por miedo a ser juzgado y parecer vulnerable. El verdugo es hiriente e intransigente a pesar de que él es el primero que no se soporta a sí mismo.

Víctima

De los juegos más nocivos para quienes lo ponen en práctica. Esta persona se siente a merced de los elementos, todo le pasa a ella, pero no hace nada para cambiarlo. En su discurso nada está en su mano, nada depende de ella y parece que se acomoda en el lamento. Si le propones una solución que implique un cambio en su conducta o una acción a tomar, encontrará la manera de hacerlo inviable. El beneficio que se obtiene al adoptar esta conducta es el de eludir toda responsabilidad en la propia vida. En realidad, estamos frente a alguien que no cree en ella misma y que necesita recibir amor a través de la compasión que pueda despertar en otros. ¡Pobre de mí! La mejor pareja de baile tóxico para una víctima es una persona salvavidas: La primera siempre tendrá problemas para endosarle a la segunda y ésta siempre tendrá algo en lo que ocuparse que no sea ella misma.


Hay que puntualizar que una persona no va a valerse de estas conductas todo el rato en todas las áreas de su vida, sino que las utilizará o sacará a relucir en algunos ámbitos o con cierta recurrencia, según lo que necesite.

Se pueden combinar varios juegos en una misma persona, reforzando y retroalimentando los beneficios ilusorios que se obtienen. De esta forma, una conducta de perfeccionismo puede combinarse con el exceso de control o con querer llevar la razón. Así mismo, se puede ser complaciente y víctima al mismo tiempo o prepotente y verdugo.

Reconocer en los demás estas conductas es útil y nos permite comprender la carencia que se esconde tras un juego tóxico pero, es aún más importante reconocer estas actitudes en nosotros mismos. Darse cuenta que en ocasiones actuamos así y reconocer humildemente que podemos intoxicar a nuestro entorno, nos permite elegir si queremos seguir así o si ha llegado la hora de cambiar algo.

Tener una sana autoestima que te permita reconocer tus fallas, aceptar críticas, valorarte a ti mismo o empatizar con los demás, te asegura no necesitar el uso de estos juegos para sentirte mejor, más seguro, más libre o más amado.

¿Te has reconocido en alguna actitud? ¿Reconoces a alguien de tu entorno que juegue a estos juegos?

Necesidades Psicológicas Fundamentales

Existen necesidades fisiológicas vitales para el ser humano como pueden ser respirar, beber o dormir. La no satisfacción de estas necesidades básicas puede significar la muerte de nuestro organismo en no demasiado tiempo.

En el plano psicológico podríamos decir que también existen necesidades psicológicas básicas. De la misma forma, éstas condicionaran nuestra conducta, nuestros pensamientos, nuestros objetivos… incluso, para autores como Georges Pierret, doctor en medicina y experto en terapia Gestalt, la ausencia total de estas necesidades psicológicas básicas puede suponer también la muerte de una persona.

Para recordar facilmente estas 3 necesidades psicológicas fundamentales podemos recurrir al acrónimo que se forma con cada concepto: Libertad, Amor y Seguridad. L.A.S

Tanto si a lo largo de nuestra infancia hemos tenido carencia de alguna de ellas, como si no, siempre vamos a ir en busca de la satisfacción de estas necesidades psicológicas básicas.

Las 3 necesidades provocan emociones, luego la emoción es una buena forma de poder identificar nuestra necesidad psicológica. Te proponemos que busques la tuya a través de tus emociones.

La libertad nos hace sentir que podemos llevar a cabo un pensamiento, sentimiento o acción de acuerdo con nuestra elección o voluntad. Sentirnos libres es sentir que se respeta nuestra voluntad individual y que además somos responsables de nuestros actos.

La falta de libertad, te va a provocar enfado, porque como sabemos el enfado nos informa de nuestros límites (alguna de nuestras líneas rojas se ha traspasado o se nos está imponiendo una limitación a nuestra capacidad). Podemos identificar la necesidad de libertad, de nuestro entorno o del mundo en base al enfado que observamos.

Será difícil que puedas desarrollar tu dimensión espiritual si sientes ausencia de libertad, si te sientes con dependencia emocional de personas o situaciones. 

El amor, según Pierret, el amor es una necesidad vital de establecer una relación con otro ser, de dar y recibir ternura y, por tanto, de sentir al otro. Según la escritora y conferenciante Pilar Gomez-Acebo, sentirse amado se puede traducir en sentir que importamos y en sentir que aportamos.

La necesidad de amor nos va a provocar una emoción de tristeza, de pérdida. Todas las personas necesitamos sentir amor y si sentimos emociones como la nostalgia, pena, melancolía… pueden indicarnos la no satisfacción de esta necesidad psicológica básica.

La Seguridad, cuando nacemos, se traduce en sentir la presencia del otro, luego se convierte en disponer de una mano sólida con la que contar y con la certeza de no ser abandonado. En la edad adulta, la seguridad la obtenemos a través de disponer de unos mínimos afectivos y físicos, de sentir que comprendemos el mundo y lo podemos gestionar.

La falta de seguridad siempre va a estar ligada con las emociones de Miedo, recordemos que el miedo nos informa de nuestra falta de recursos frente a una amenaza. La necesidad de seguridad y la necesidad de amor están estrechamente ligadas.

Tanto si has vivido carencia de alguna de estas necesidades como si no, buscarás satisfacerlas o mejorarlas

Ahora ya sabemos que LAS EMOCIONES entre otras cosas, nos pueden ayudar a identificar nuestras necesidades psicológicas fundamentales.

Te propongo un ejercicio…

Piensa en 3 personas importantes de tu vida (padres, hermanxs, pareja, hijxs, amigxs, compañerxs,…) y escribe, para cada una de ellas:

¿Cómo me demuestra/percibo/me doy cuenta que le importo?

¿Qué creo que le aporto?

Dejar ir

El equilibrio entre el Status Quo y la huida de la zona de confort

«Cuando dejas ir, todo se coloca en su lugar»

Puede que hayas escuchado muchas veces esta frase pero lo cierto es que hasta que no la llevas a la práctica no puedes comprobar su eficacia.

No es tan fácil dejar ir aquello que amas o por lo que has luchado, aunque duela. Una relación, un trabajo, un sueño, un objeto con valor sentimental… Abandonar un proyecto en común, decir adiós a un ideal o perder la seguridad económica, no es plato de buen gusto, menos aún si eres una persona algo tozuda, insistente, constante y aún peor si eres alguien dependiente de aquello que toca dejar ir.

Es por eso que nos resistimos a soltar. Por nuestro carácter y porque hemos aprendido algo horroroso: que perder es sinónimo de fracasar.

¿Porqué nos cuesta tanto dejar ir?

Por un lado, a nuestro cerebro le encanta la estabilidad. Le gusta predecir, con la mayor precisión posible, lo que está por venir, sobre todo porque su principal misión es mantenernos con vida a toda costa y, cuanto más se controla la situación más a salvo parece que estamos. Esto no es del todo cierto, el exceso de control o la creencia que controlamos algo, nos puede llevar a la muerte en algunos casos.

Photo by Wallace Chuck

Controlar en exceso lo que comemos puede llevarnos a la anorexia. Creer que tenemos bajo control los malos tratos que recibimos por parte de alguna de nuestras relaciones, puede llevarnos a la anulación personal.

Por otro lado, desde nuestra más tierna infancia, a muchxs de nosotrxs nos enseñaron las reglas básicas de la felicidad, que eran:

  • Estudiar una carrera (que te asegure…)
  • Tener un buen trabajo (fijo, para…)
  • Comprarse una casa (propia, y así…)
  • Formar una familia (inseparable.)
  • Mantener a lxs amigxs (de toda la vida, con los que…)
  • Compartir ese hobby (que SIEMPRE fue tu pasión)
  • Encontrar la estabilidad en general

Todo esto es fantástico, alguna de estas premisas están en mi lista de «cosas por hacer en la vida» esperando a llevarse el check ✔ más pronto que tarde, pero tienen en común y refuerzan constantemente la misma idea: Lo seguro, lo inamovible, lo predecible, lo conocido

La idea de felicidad, de al menos los de 30 para arriba, pinta un poco así, se fantasea así, y este es el punto de partida de la gran complicación que supone, tantas veces, dejar ir. Perder lo que conocemos o no haber sido capaces de mantenerlo, se convierte en sinónimo de fracaso (personal, laboral, familiar o vital)

Photo by Plato Terentev

¿Os imagináis que cambiaran las reglas?

Supongamos que desde bien pequeñxs nos educan para preparar la receta de la felicidad con los siguientes ingredientes:

  • Formarte continuamente y a lo largo de toda tu vida en cosas diversas
  • Trabajar en diferentes puestos y gremios
  • Cambiar de vivienda y lugar de residencia cada cierto tiempo
  • Evolucionar con tus relaciones y que tus relaciones evolucionen contigo
  • Probar al menos 10 hobbies distintos en la vida: deportivos, creativos, intelectuales, sociales, individuales…
  • Saborear los periodos de bienestar, cargar la pila para cuando vengan vacas flacas.

Este enfoque se mueve en un clima más inestable, menos seguro y controlado, cambiante. Pero, seamos honestxs, esto se parece más a lo que nos encontramos en nuestro día a día, en nuestra vida y en nuestra consulta. Esta atmósfera se ajusta más a la realidad, por lo que pretender el Status Quo es un camino infinito y tarde o temprano frustrante.

Lo único absolutamente cierto es que todo cambia

En resumen, la idea de soltar aquello conocido y embarcarnos en lo desconocido nos da MIEDO, por propia naturaleza, y la idea de perder lo que teníamos se traduce en FRACASO.

Ser un fracasado con miedo ¿Quién quiere eso?

En el otro extremo del rin, nacido en occidente de unos años a esta parte, nos encontramos con ¡¡La Salida de la Zona de Confort!!.

Es una pesadilla. De verdad. Una auténtica pesadilla de gurús motivadísimos que generalizan sin empatizar con las circunstancias de cada uno, porque no pueden y probablemente muchos no saben.

La zona de confort se llama así por algo y precisamente va de la mano con esa necesidad mental y natural de nuestro cerebrito de la que hablábamos al principio. Necesitamos zonas de confort, zonas de seguridad en las que sintamos que «hacemos pie». Puntos de control que nos permitan integrar lo que aprendemos, lo que experimentamos en la vida, que nos permitan ir construyendo nuestro carácter y personalidad a través de los años.

¿Qué idea absurda y suicida es esa de vernos obligadxs a salir de nuestra zona de confort cada dos por tres? Si estamos bien, a gusto, satisfechxs… ¿para qué narices voy a salir de mi zona de confort? Hazte esta pregunta antes de comprar cursos en pdf…

Esta otra cara de la moneda, contradice totalmente la ley del Status Quo para la que hemos sido educadxs y nos coloca frente a una contradicción difícil de gestionar.

La forma sana de Dejar Ir

Entrecomillábamos al inicio de este post la frase «Cuando dejas ir, todo se coloca en su lugar», y os confieso que es del todo cierta, no solamente porque la he experimentado en mi propia piel en varias ocasiones, sino porque me la encuentro en sesión muy a menudo.

No se trata de algo místico o sobrenatural, aunque a veces lo parece, se trata de la predisposición personal y el nuevo enfoque que le damos a la situación, que nos permite VER otras opciones, nuevos caminos, que antes no podíamos percibir.

Inexplicablemente, he visto como personas desesperadas por encontrar un empleo digno tienen la oportunidad profesional soñada cuando se atreven a dejar ir un empleo en el que se les infravalora. De un día para el otro.

He sido testigo de cómo una persona puede regresar a su hogar a las pocas semanas de haber decidido marcharse del mismo, por imposibilidad de convivencia con vecinos incívicos durante años. El problema desapareció.

He vivido como, al aceptar que un proyecto profesional no parece abrirse camino económicamente, se recibe en pocas semanas el dinero y el tiempo necesarios para arrancarlo.

He asistido al momento en el que, tras aceptar que posiblemente no te contacten de esa empresa, recibes la llamada para concertar una entrevista.

Y estos son solamente 4 ejemplos que puedo demostrar con nombre y apellidos.

Parece que la vida nos plantea lo siguiente:

Sólo cuando tengas la conciencia interior para aceptar la pérdida de aquello que deseas, estarás preparadx para recibirlo sin límites

El equilibrio entre el Status Quo (permanecer, mantener, re-intentar hasta la extenuación) y la huida de la zona de confort (falta de compromiso, irresponsabilidad, ensoñación, autoengaño…) está en la capacidad de DEJAR IR.

Dejar ir es la aceptación de los procesos de la vida, la confianza de que todo está en su correspondiente lugar y de que cuando llegue el momento, lo que tenga que suceder sucederá. Es atreverse a soltar, a dejar de apretar los puños, y darse un respiro.

Dejar ir es comprender cual es tu mayor miedo (quedarse solx, no tener trabajo, verse obligado a abandonar tu casa…) y aceptar la posibilidad de que ese miedo se haga realidad. Y es que cuando aceptas tu mayor miedo, es cuando comienza a desvanecerse. Es como si fuese un monstruo que crece y crece a medida que tratas de evitarlo pero, que cuando te atreves a mirarlo a los ojos y valorar su existencia, se esfuma.

Photo by Wallace Chuck

Dejar ir es sinónimo de creerse capaz.

¿Significa esto que cuando algo no salga adelante, se complique o me cause preocupación, debo abandonarlo?

¡No, en absoluto! Esa es la táctica inútil de quien huye del esfuerzo, del trabajo por lo que uno desea. Alejarse de todo aquel obstáculo en el camino, es ser incapaz de reponerse frente la frustración, es el deseo infantil e imposible de que todo salga bien a la primera, de que todo funcione sin esfuerzo. Hay cosas que requieren tu esfuerzo, tu aprendizaje y tu constancia. No se trata de rendirse, se trata de dejar ir.

Hagamos un primer ejercicio para empezar a tomar conciencia y veamos cómo nos sentimos.

Pronuncia estas palabras 3 veces:

«Dejo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin (aquello que te empeñas en mantener

Algunos ejemplos que pueden inspirarte:

  • Dejo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin mi pareja actual
  • Dejo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin este proyecto
  • Dejo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin el reconocimiento de…
  • Dejo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin mi hogar actual
  • Deo ir y confío en mi capacidad de hacerle frente al mañana sin haber cumplido este ideal

Si sabes que ha llegado el momento de dejar ir algo en tu vida, que te cuesta, que te hace llorar solo de pensarlo, y que no te ves capaz de hacerlo, cuenta conmigo para acompañarte en este precioso camino de aprendizaje y liberación.

Espero haber podido arrojar algo de luz a tu concepto de «dejar ir».

Deja en los comentarios tu propia experiencia personal, cómo te has sentido al hacer el ejercicio y comparte este post con quien creas que puede sacarle provecho.

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ENFADO

La emoción más seductora

De las 6 emociones básicas, el enfado nos agrada y disgusta de forma ambivalente.

Por un lado, se desencadena ante lo que percibimos como una amenaza y por ello se ha determinado que la base del enfado es el Miedo. También existe la preparación física para la lucha-huída, discutimos acaloradamente o nos alejamos indignados de la situación.

Por otro lado, se liberan puntual y secuencialmente las catecolaminas, unas hormonas que nos energizan, aumenta nuestra frecuencia cardíaca, aumenta la testosterona (agresividad y actuación) y disminuye la segregación de cortisol.

Bajan nuestras cejas, fruncimos el ceño y abrimos las aletas de nuestra nariz.

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Algunos estudios recientes indican que la expresión física y conductual del enfado pretende «negociar» una situación dada, pero no para alcanzar el win-win sino en busca de la resolución «por las buenas o por las malas» a nuestro favor.

¿De qué nos informa el ENFADO?

El Enfado nos indica que se ha traspasado una de nuestras lineas rojas, nuestros límites.

Nuestros Valores

Los valores son la base de nuestro sentido, pensamiento y actuación.

A lo largo de la vida hemos ido integrando una serie de creencias acerca de lo correcto e incorrecto, acerca de la consecución del amor, la seguridad y la libertad, necesarios para la vida humana. Esos conjuntos de creencias y experiencias van construyendo nuestro sentido del YO, nuestra identidad y nuestras líneas rojas.

Los valores tienen un peso enorme y fundamental en nuestra vida y nos ayudan a elegir con coherencia y congruencia así como a delimitar nuestro rumbo en la existencia.

Tus valores marcarán tus decisiones en la vida

Por lo tanto, si alguien o algo maltrata de algún modo esos fundamentos, se desatará en tí el enfado, puesto que lo sentirás como un ataque a tu Self, a tu autoestima, a tu identidad. Una amenaza en toda regla que, aunque no ponga en peligro tu vida (como puede experimentarse con el miedo) si pone en peligro tu idea del Yo.

Catarsis y Represión

Nuestro raciocinio pierde fuerza cuando estamos enfadados y no resulta fácil detenernos ya que, como hemos dicho, nos vamos cargando de energía puntualmente, de forma que el enfado no tiene otro camino que aumentar si no lo manejamos.

La catarsis implica pasar a la acción agresiva y violenta que nos induce el enfado, darle alas al impulso que nos invita a atacar a la amenaza. Esto no es buena idea, ya que un enfado descontrolado, agresivo y furioso puede ser devastador.

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La represión, o intento de evitación del enfado, no es más positivo que la catarsis, ya que esa energía y agresividad la dirigiremos a nosotros mismos, en forma de somatizaciones, cargas emocionales o incluso auto lesiones.

Gestionar el enfado

Tratar de evitar enfadarnos es imposible, puesto que las emociones suceden sin que le pongamos consciencia pero, en el caso del enfado, reconocer cómo actúa en nosotros y poder manejarlo es de vital importancia.

Enfadarnos es natural y necesario por lo que el objetivo será aceptarlo, no negarlo y tratar de expresarlo de una forma asertiva y con respeto hacia «la otra parte».

Para ello recomiendo un sistema de 4 fases:

  • Reconocer cuando estamos enfadados y vigilar nuestro termómetro. Saber en qué momento estamos empezando a alzar la voz, insultar, amenazar, perder las formas,… Para ello es necesaria una auto-observación y auto-conocimiento, capacidades que podemos aprender a desarrollar mediante un proceso de coaching conductual o la formación en Inteligencia emocional.
  • Retirada. Seguir frente a la «amenaza» sólo provocará aumentar paulatinamente el enfado así que, la mejor opción es alejarnos de la fuente de enfado y buscar un lugar donde recuperar nuestro estado habitual. ¡Importante! No buscar apoyos que «echen más leña al fuego»
  • Comprensión. Quizá la fase más compleja, la que nos obliga a respetar que «el otro» tiene sus propios valores y perspectiva de la realidad.
  • Retomar o Zanjar. Desde la voluntad de llegar a una negociación real (win-win), comunicaremos asertivamente nuestro enfado y trataremos de llegar a un punto de inflexión que nos permita relacionarnos más satisfactoriamente. Si elegimos zanjar el desacuerdo, el trabajo constará en perdonar los agravios recibidos de manera que no nos creemos una carga emocional de Resentimiento y Rencor con la persona o situación que se traducirá en sed de venganza.
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Y tú, ¿Te reconoces capaz de gestionar saludablemente el enfado?

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